Porque me veas con otra, no dudes de mi querer. La sangre se da mil veces, y el corazón, una vez. No vuelvo a verte en la vida, ni por tu calle a pasar. Tu carita con la mía no se vuelven a juntar. Los siete sabios de Grecia no saben lo que yo sé... Las fatigas y el tiempo me lo hicieron aprender. Yo pensaba haber cogido la naranja y el azahar... Con hacer leña del tronco me tuve que contentar. Las penas que tú me das son penas y no son penas, que tienes cositas malas y tienes cositas buenas. Si te quise, no lo sé; si me quisiste, tampoco... Pues borrón y cuenta nueva: yo con otra, y tú con otro. No te pongas a pensar en lo que nos ha pasado... Y, si a la gente le pesa, que nos quiten lo bailao... Por querer a una mujer un hombre perdió la vida. Y aquella mujer perdió... la diversión que tenía. A la orillita del río me pongo a considerar: mis penas son como el agua, que no acaba de pasar. Publica la enfermedad aquel que espera el remedio. Yo no pregono mis males, porque curarme no quiero. A la Virgen de los Reyes de rodillas le pedí, serrana, que me quisieras o yo te olvidara a ti. No sólo canta el que canta, que también canta el que llora... No hay penita ni alegría que se quede sin su copla. Desde la una a la una, desde las dos a las dos, son las veinticuatro horas, que te estoy queriendo yo. Han alargado tu calle, que ahora llega hasta la plaza, y antes no llegaba más que a la puerta de tu casa. Este querer que te tengo me tié que costar la vía... Si no me quieres, de pena; si me quieres, de alegría. Por toas partes se va a Roma, dice un antiguo refrán., Y yo, por toítas partes, voy a tu casa a parar. Ya te lo decía yo que aquello se acabaría, que en la casa de los pobres dura poco la alegría. Cuando me miras, me matas... Y si no me miras, más. Son puñales que me clavas y los vuelves a sacar. Cuando me pongo a cantar, me salen, en vez de coplas, las lágrimas de los ojos los suspiros te la boca. Bendita sea mi tierra. Bendita sea Sevilla. Sevilla tiene a Triana. Triana tiene a mi niña. ¿Para qué quieren oír y para qué quieren ver oídos que no la escuchan, ojitos que no la ven? Te quiero, porque te quiero, no por interés ninguno; dinero sin gusto es ná, y el gusto siempre es el gusto. La Virgen de la Esperanza, aquella que está en San Gil, aquella Señora sabe lo que yo te quiero a ti. Mi mal no tiene remedio; ésta sí que es la verdad... Tus ojos, chiquilla, han sido causa de mi enfermedad. Con toíto lo que puede el Señor del Gran Poder, me dijo que no podía curarme de tu querer. Lloraba gotas de sangre, y mis lágrimas bebía porque no supiera nadie lo que por ti padecía. A mi mare, en la agonía, le juré no verte más... Si cumplo mi juramento la vía me va a costar. ¡Ay maresita del Carmen, qué pena tan grande es estar juntito del agua y no poderla beber! Camino que no es camino de más está que se emprenda, porque más nos descarría cuanto más lejos nos lleva.