CANCIÓN A LAS LÁGRIMAS DE SAN PEDRO
Planta que vence al cedro,
a cuya sombra medro,
no por tanto regar te seques, planta;
lloroso Pedro santo,
no des licencia al llanto
que anegue cimbra y planta
de nuestra Iglesia Santa.
Oh noble viejo triste,
piedra en quien se quebranta
la onda que te embiste,
templa el alto consejo;
que es el dolor valiente, y tú eres viejo.

Ya confiesas gimiendo,
si negaste temiendo;
la lengua satisfaces con los ojos;
lloras virtiendo el daño
del no mirado engaño,
con mirados enojos
o bien claros antojos
que aumentan el delito;
mas no ven los despojos
que con tu llanto ha escripto
el dolor tristemente,
por estar en el alma y en la frente.

¿A ti, barba de nieve,
el coraje se atreve?
¡Oh piadosa crueldad!, limita el fuego,
porque no en breve abrase
a l'alma, el furor tase
con el piadoso riego.
Mas, ¡oh turbia corriente,
que con violento ruego
fuerzas la llama ardiente!,
niégate a aquesa fragua,
que ya crecen los fuegos con el agua.

¡Oh bien pintado ejemplo,
al fresco, en nuestro templo,
de amor, de penitencia y valentía!
En ti contemplo un viejo
de sañudo entrecejo,
que en sangre anciana y fría
ardientes iras cría,
y en l'alma enamorada,
-cual lo fuese la mía-,
de saeta dorada
traspasado y de hinojos,
virtiendo los dolores por los ojos.

Cueva erizada de ovas,
que en tus hondas alcobas
se quiebran altamente sus gemidos
en pardas tobas frías,
pues con su llanto crías
tus húmidos vestidos,
esas, que pierdes, quejas
guarda, y los alaridos
que despreciados dejas;
que una alma arrepentida
te comprará su precio con su vida.