EL MARISCAL DE ALCALÁ
Como entre verde juncia
batiendo el aire tierno, el cisne canta,
cuando su muerte anuncia
con pasos de dulcísima garganta,
formando su querella,
así lloraba mi Crisalda bella:
-“Oh, tú, que despreciando
el noble sacrificio de las almas,
que te están adorando
con tiernos ojos y devotas palmas,
¿Por qué sola me dejas,
con sola la razón de formas quejas?
¿Por qué miras mi fuego
con ojos tibios y con alma helada?
¿Por qué escuchas mi ruego
más frío que la nieve de Granada,
no siendo el ruego mío
de labios tibios ni de pecho frío?”
Yo, que escuché su llanto,
levantéme, volviendo la cabeça,
y alborotado tanto,
desafío a la misma ligereza,
y con vuelo violento
llegué primero que llegase el viento.
Crisalda, que me vido,
tendióme al viento sus divinos braços,
y en ellos recogido,
cobré mi aliento, y en dichosos lazos
gozé sus labios bellos
a la sombra inmortal de sus cabellos.