Yo detesto los árboles;
pero un álamo, un chopo,
un níspero, un olivo
son como gente mía.
Yo detesto las piedras,
pero el agua-marina,
la esmeralda, el topacio
y el profundo zafiro
son almas misteriosas
que agrada sondear.
Yo detesto la música,
pero este cante jondo…
esta copla que es mía
desde todos los tiempos,
esta copla que llora
cantando y que se canta
gimiendo, es de mi sangre:
se llama Soledad.