LOS SAUCES ME LLAMARON…
(de Rimas)


Los sauces me llamaron, y no quise
decir que no a las voces de los muertos:
abrí la verja y penetré tranquilo
en el abandonado cementerio.

Lucía por Oriente la mañana
su celeste dulcísimo y sereno,
y los rayos de un sol de primavera
doraban la campiña con sus besos.

Dentro del campo santo, entre las zarzas
y los agrios rosales, unos huesos
carcomidos y oscuros se escondían
en la tierra mojada, y por el seco
y crujiente ramaje, los lagartos
se entraban en los ojos siempre abiertos
con que las calaveras, bajo lirios,
miraban melancólicas el cielo.

A lo lejos cantaban las alondras;
mi corazón alzó su sentimiento.

Un sepulcro caído, desde el fondo
del patio, me llamó con su misterio:
su losa de alabastro estaba rota
sobre la yerba exuberante, y dentro,
con espantosa mueca, sonreía,
cuajado de rocío, un esqueleto.