HERIDA INCURABLE

La herida que me has hecho tiene cura y no hay reproche.
La que es incurable es la herida del amor.
En medio de su tez blanca son los lunares
como nenúfares en un jardín de narcisos.
Cuántas veces aquel por cuyo amor me muero de triste
me dijo con palabras cortantes y despectivas,
cuando mis peticiones se hacían más apremiantes,
insistiendo unas veces y otras adulándolo:
“¿No basta mi desvío para aplacar tu sed
y ahuyentar el deseo que te anda por el pecho?”
Yo le contestaba: “Si así fuese, no habría
entre los hombres dos vecinos enemigos.
Los ejércitos se miran uno a otro antes de reñir
y luego la muerte abre entre ellos caminos de ruina.