POEMA TIERNO PARA MUJERES LÁNGUIDAS
Las aguas tiemblan desnudas
sobre el espejo yacente,
allí donde el río remansa
su caudalosa corriente.
El aire entona una nana
para un querubín que duerme
entre juncias y en la orilla
donde los lirios florecen.
Cada cosa se recrea
en aquello que merece.
Ya se va el día durmiendo.
La luna mira escondida
sobre las ramas agrestes
y se cubre pudorosa
con tenues nubes celestes.
Y yo, como cada tarde
bajo a la ribera, a verte.