La noche viene a vernos para que tú me quieras,
para que yo te extrañe y sernos compañera.
El día nos da bríos para subir la cuesta
cuando abruma el dolor
y en la garganta aprieta.
Y el río de la vida
arrastra nuestras penas como hojas del otoño
entre las frondas muertas.
¿Quién bordó este pañuelo que entre los dedos rueda
y espera el llanto aciago que en el alma se seca?
Fuimos dolor de olivo.
Fuimos llanto de acequia, tersura de jazmines
y aspereza de tierra.
Y hoy somos, lo que somos;
como mata de yerba, que muere si la pisan
o crece si la dejan.