Que bien cantan el tedeum
las monjitas trabajando.
Pasta de almendra y de miel
entre sus dedos de nardo.

En el claustro, entre las flores,
un pajarillo cantando
se baña en la clara fuente.
Después, se sacude ufano.

¡Como lucen los rosales!
Las rosas que el aire impregnan,
dan un toque delicado
a las horas de faena.

Entre trabajo y trabajo,
el pensamiento navega
cruzando cielos y mares.
Cruzando llanos y sierras.

¡Qué amor, se quedo en mi pueblo
allá por lejanas tierras!
Qué sueños de juventud
guardo aún entre mis cejas.

Y al decaer de la tarde,
cuando la noche se acerca,
ángeles bajan y suben
por una angosta escalera.