AL JAPÓN
Emponzoñado, el canal del tiempo embiste
si los ángeles se ciñen los arneses,
y el viento, oscuro de bombas y de peces,
va sepultando la luz con sombra triste.
¡Hoy no te encuentro hermano! ¿Dónde caíste?
Te buscaré más allá de los cipreses.
Más allá de las horas, días y meses,
donde el entorno es, siniestro, oscuro y triste.
Y un caballo enajenado con gran furia,
va galopando las olas en sus cumbres
con el fulgor del estruendo y su deslumbre,
deja muerte y pestilencia en agua turbia.
¡Pido a dios que la explosión no los alumbre!
Que aunque clara la lejanía se anuncia,
puede hacerse de repente inquieta y turbia
para darles un destino, frío y lúgubre.