INSATISFACCIÓN PRECOZ
Avanzábamos serpenteando entre las curvas,
ella se sentó al lado del conductor
y supuso que estaba mal peinada,
pero qué importa. Un marido enfermo
y una casa en la pendiente son razones
para que el cabello sea lo de menos.
Se hincó la tarde en el retrovisor.
Vi una juventud pasada convertida en pelo
y me desasosegó la imagen. ¿He nacido
para cuidar enfermos? Primero fue mi padre.
Sonó la iglesia de lejos, un eco de campanas
impidió que oyese el final del monólogo
aunque era fácil imaginar una turbación
tan inquietante. Las evidencias de la realidad
son motas de polvo en sueños, cuando
se retrocede. Tiene que operarse y no quiere,
¿he de ser también yo quien se lo diga?
¡Ah, los hombres! Yo me arrinconé
en el asiento porque reconocía ese dolor
que transita desde lo hondo, y me dije:
¡Ah, las mujeres! Aparcamos frente a su casa
y vi un balcón que me produjo derrumbe
porque yo no deseaba vivir allí. La tarde
era una tarde de octubre, yo no deseaba,
ni siquiera deseaba que fuese octubre.