XI
Señalándome a un hombre de gran dignidad, me dijeron: Ese es el resucitador; y como yo preguntara
detalles, me explicaron que sólo podía resucitar a aquellos cuya muerte representara para la patria y la
cosa pública una pérdida irreparable.
Todos confiaban en este hombre, y al punto creían en su capacidad prodigiosa para devolver a los muertos de
su eterno reposo. Mas cuando inquirí sobre el número de sus milagros, esta fue la respuesta: Nunca
ha resucitado a nadie, porque nadie nos ha parecido imprescindible. Sin embargo, el hombre actuaba como si
hubiera devuelto de las sombras a toda una nación.