TARDE DE VERANO
Cuando el aire jugaba en los trigales,
los tímidos gorriones y jilgueros
se escondían igual que colegiales
emitiendo sus trinos lisonjeros.
El sol que su declive barruntaba
en la inclemente tarde del estío,
sus rayos de oro puro derramaba
en la tierra asignada al labrantío.
Y en la cañada escueta y cantarina,
la augusta rana sobre la vil piedra
cantaba, ufana con su voz divina
sin ver que con el sol, su fuente medra.