CASIDA

Os habéis apoderado de mi inteligencia, de mi mirada, de mi oído,
de mi vida, de mis entrañas, de todo mi ser.
Me habéis perdido por el laberinto de vuestra extraordinaria belleza,
y ya no sé, en el mar del amor, dónde está mi lugar.
Me habéis ordenado no hacer público vuestro secreto,
pero he aquí que lo delata el desbordamiento de mis lágrimas.
Cuando murió mi paciencia y se hizo escasa mi fuerza,
cuando se apartó de mi el sueño y me vi privado de descanso,
acudí al juez del amor y le dije: “Mis amados
me ha tratado con desdén y han dicho: “En el amor tú eres farsante”.
pero tengo testigos de mi pasión y desesperanza
que testimoniarán a mi favor en mi denuncia:
mi insomnio, mi pasión, mi tristeza, mi ardor,
mi deseo, mi debilidad, mi palidez y mis lágrimas.
Lo sorprendente es que los eche de menos
y pregunte con deseo por ellos, sin embargo están conmigo.
Lloran por ellos mis ojos, y ellos están en mis pupilas,
mi corazón se queja por la distancia, pero ellos están entre mis costillas.
Si ahora me exigen sus derechos de amor,
yo soy pobre y nada tengo.
si me encierran en las cárceles de su desdén,
acudiré a ellos con la intercesión del Profeta.