Comió, y al fiel Adán, que respetoso ni aun el árbol mirara, el don presenta con las ofertas del traidor doloso, y su temor y su esperanza alienta. Insta, ruega, amorosa; el tierno esposo cede, se rinde, y su osadía aumenta más que el dolo, el amor; que es por su daño amor más poderoso que el engaño. La poma al labio llega, cuando al cielo alzó acaso la vista, y de su mano cayó el fruto perdido; un mudo hielo cuajó densa la sangre al pecho insano. Dos veces Eva con osado anhelo tornó a la mano lasa el don profano; dos veces cayó de ella, y ¡triste suerte!, al fin revive para darse muerte. Gustó la poma Adán, y el universo sintió súbito el crimen. La alta esfera robó entre sombras el semblante terso que los globos de lumbre reverbera; blando Favonio en Aquilón adverso Mudó el soplo vital; de rabia fiera se vistió el bruto, y su obsequioso oficio el orbe todo convirtió en suplicio. Viose desnudo Adán; la seductora viose desnuda, su candor perdido, cual marchito clavel se descolora doblado sobre el vástago partido. La bella, dulce luz encantadora, rayo de luz eterna desprendido, ¡ay!, se oscuró en su faz, antes delicia, maldición ya de la inmortal justicia. Vioso y se avergonzó; y al bosque denso corre turbado y su ignominia esconda, las venganzas temblando del Inmenso, a quien creyó igualarse. Mas, ¡oh!, ¿dónde?, dónde de Dios huirá? Del orbe extenso patente el seno ve; a su voz responde la muda nada en el abismo oscuro; su faz envuelve la sombra en fuego puro.