HIJA DE LA SOLIDARIDAD
Te siento y me sientes;
anoche, estabas triste.
Ancho camino, valle estrecho;
lágrimas llueven en las claras del día.
Mahfoud, soñando a tu lado,
te pidió lapiceros nuevos, viejos o usados.
Tú al contármelo, necesitabas un minuto de silencio,
que compartí contigo exhalando tus deseos.
¡Que estudie tu hijo! ¡Yo no puedo!
¡Que estudie por mi, todas las horas del día!,
exclamó a tus ojos el príncipe de la arena.
Recibió tu abrazo y lo multiplicará por cientos;
ya te has marchado, pero volverás morena,
con tu blanca túnica al desierto.
Muchas coincidencias en nuestras almas
curtidas en la desgracia, permanecen perdidas
o en el oasis de dunas, mares y tormentas.
¡Alma mía, mía de mi alma!,
no sufras, él te quiere, tú lo sabes.