ENCUENTRO EN EL CEMENTERIO
Salí de casa camino del cementerio,
bajo un sol de rabia a las cuatro de la tarde,
por una vereda de zarzales y piedras,
quemándome la baranda del aire.

Nuestra cita tenía fecha fijada
y acudí hasta el umbral de la muerte,
y tú acudiste desde ella.

Al repicar las campanas de la capilla,
puñales en mi memoria,
me hacían caminar sin freno.

Saliste del nicho, cubierta por una túnica blanca,
desprendiendo jazmín de los labios,
y en tu mirada la luz.

Me esperabas con miel y sal en la mano,
secando los latidos de tu espíritu,
con el rocío de mi guadaña.

Traspasaba mis entrañas el moho de tu sonrisa.
De tu cesto de mimbre, bebí agua y comí pan.