Kilómetros de ti..., te ando y te llego. Vocerío de la sangre sobre ruedas, y el temor infantil de que no cedas a este pez buceador, nadando en fuego. Cedes, cedes, te das al bello juego amorosa y tenaz sobre las sedas, y me sales triunfar a las veredas de este rocío de amor con que te riego. ¡El grito del jazmín qué enamorado cuando se ruboriza en amapola calladamente, dándose de lleno! ¡Qué cosquillas de Dios en mi costado! Rumor de abeja hasta mi sien, en ola, limpiándome de brozas y de cieno.