EL ALQUIMISTA

En un laboratorio polvoriento de infancia
sintetizó la esencia de las cosas.
Tomó la forma fría recubierta de esporas
y bajó la escalera, bordeó el patio
hasta una calle agnóstica, solapada en su inercia.

Entre las multitudes parecía
un ciudadano más, una plantilla
para dibujar hombres.
Pero iba lentamente trastocando
la materia en dilemas,
la substancia en cancelas y cipreses,
la tinta del destino en azulejos.

En un laboratorio polvoriento de infancia
sintetizó el fluir de las esferas
y pudo verse, ajeno, amalgamado,
más allá de relés y capas blancas,
recluido en la madera del anciano pupitre.