Si mi tiempo me contradice con su amarga canción, declaro que, en misión de confines, contra mil vientos aciagos, vengo de todos los caminos del mundo y de todos los fuegos explorados. La luz fuera de quicios conflagra mis murallas, en tanto todo se me va dando inútil y ajeno, muriendo de ordinario, pues morir no puedo otro día por más que los hacedores de calendarios me acosen, afilando sus dientes en mi pan tierno y ácimo. ¿Qué más puedo decir...? Sólo me quedo, sólo y desmemoriado. ¿Qué puedo ya decirte si, venciendo mi sed, ya quema tu vino en mi vaso? No quiero hablar de la muerte, porque para serte franco no abandono el mundo por el mundo, sino que vengo con tus pasos, ya míos, de una presencia creciente corriendo tras el hallazgo, y no del polvo fugitivo u ocioso ni del sol que enciende lo soñado.