Cubrir los bellos ojos con la mano que ya me tiene muerto, cautela fué por cierto, que así doblar pensastes mis enojos. Pero de tal cautela harto mayor ha sido el bien que el daño; que el resplandor extraño del sol se puede ver mientras se cela. Así que, aunque pensastes cubrir vuestra beldad, única, inmensa, yo os perdono la ofensa, pues, cubiertos, mejor verlos dejastes.