Este olor a achicoria y a orujo y a crines de caballos y a verdín con salitre y a yerba de mi infancia frente a África, acaso contribuya también a perpetuar en no sé qué recodo del recuerdo un equívoco lastre de amor dilapidado y de injusticia que en contra de mí mismo cometí, y es como si de pronto todo el furtivo flujo del pretérito convirtiera en rutina la memoria que tengo de mañana.