Si ahora de pronto optase por no escribir (o no pudiera) y diera el día por perdido, posponiendo para quién sabe cuándo, y además qué importa, la metódica copia de mi agresividad contra mí mismo, ¿pensaría como Kafka (conocido empleado de seguros) que esa dudosa obligación no cumplida, se me iba a convertir de alguna burocrática manera en la razón de una desdicha irreparable?