Posiblemente es tarde, pero ¿cómo poder atestiguarlo mientras Hortensia canta y no se oye más que su grito de musgosa lascivia y alguien habla con alguien de la conveniencia de acostarse borracho? De repente se desató la cinta, hurgando bajo el embozo de la lámpara por su anhelante cuerpo, y en lo tenso del vientre vi la cicatriz, no producida sino por el rencor contra ella misma con algún instrumento preferentemente cortante. Vaho de alcohólica música te empaña el esmalte del rostro, Hortensia, dime, ¿hacemos algo aquí que nos impida quedarnos juntos hasta que no sea tarde? En vano hubiese preferido desasirme, cegarme en la borrasca, no mirar. Cuerpo feroz y sin embargo exangüe, desplazaba sus ya finales contorsiones al borde de la pista. En vano hubiese sido huir y no por reencontrarnos. Pechos como luciérnagas, tenues, vibrantes por las cumbres no lácteas, ¿quién iba a atreverse a interrumpir su equidistante enemistad, desnudos como estarían luego en el sopor del trópico? Hortensia, amor mío, nadie te va a arrastrar si tú no quieres desesperadamente que lo haga. Playa de Naxos, la mayor de la Cícladas, ya a lo lejos reverberando entre los barrancones del batey y el bullicioso verde del manglar, difusa ahora entre otros raudos turnos litorales donde ni tú ni yo nos conocíamos. Abandonada por Teseo, ¿ibas a despeñarte tú, rebelde por instinto como tu padre negro apaleado en Key West, Florida? Si pudiera reconstruir un solo rincón de aquella playa sin salida posible, si pudiera volver al sitio aquél, reconocer la cerrazón de la cabaña, andar a tientas hasta el último recodo del silencio, ¿oiría algo distinto a la fricción de unas piernas con otras, al barrunto de alguien aproximándose en lo oscuro? ¿Vería aún desde allí, ya en el terrado de Sanlúcar, asiéndome al parteluz de la ventana, el bulto azul de los faluchos y, más cerca, la agitación de las fogatas que encendían los sigilosos areneros? Imágenes sin ojos pasan con más tenacidad que el giro extenuante del recuerdo. Hortensia, hija de Minos, no es tarde todavía, ven, veloces son las noches que hemos vivido ya: aún estamos a tiempo de no querer salir del laberinto.