Por las ventanas, por los ojos de cerraduras y raíces, por orificios y rendijas y por debajo de las puertas, entra la noche. Entra la noche como un trueno por las rompientes de la vida, recorre salas de hospitales, habitaciones de prostíbulos, templos, alcobas, celdas, chozos, y en los rincones de la boca entra también la noche. Entra la noche como un bulto de mar vacío y de caverna, se va esparciendo por los bordes del alcohol y del insomnio, lame las manos del enfermo y el corazón de los cautivos, y en la blancura de las páginas entra también la noche. Entra la noche como un vértigo por la ciudad desprevenida, rasga las sábanas más tristes, repta detrás de los cobardes, ciega la cal y los cuchillos y en el fragor de las palabras entra también la noche. Entra la noche como un grito entre el silencio de los muros, propaga espantos y vigilias, late en lo hondo de las piedras, abre sus últimos boquetes entre los cuerpos que se aman, y en el papel emborronado entra también la noche.