A CECILIA MARTÍ

De noche cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tu de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

¡Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tu siempre enamorada
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
la tierra, la luna y el sol.