LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA

¡Gran Dios, cómo atormenta 
Con crueldad sin igual, el hombre al hombre! 
Ya con furia violenta 
Se arrastran al cadalso y a la hoguera; 
Ya con malicia refinada y lenta, 
Impiden la víctima que muera, 
Y, pues no quiere a discreción rendirse, 
Buscan cómo obligarla a maldecirse. 

¿Y quién es el verdugo, 
Quién el juez sin piedad? ¿Un sacerdote 
Del antiguo Moloc infanticida? 
No; de un Dios (según dice) a quien le plugo, 
Por amor de los hombres dar la vida. 

Su ministro se llama y toma el Mote 
De mansedumbre; Paz es su divisa, 
Mas ¡ah! qué mal se avisa 
El que en tal mansedumbre confiado. 
Duda modestamente 
Su saber infalible: De repente 
Verá al Cordero en un León mudado. 

«No es humano saber, ni saber mío 
(Responde el Santo Preste, en ira ardiendo) 
Audaz, mortal, en el que yo confío: 
Del cielo descendido, 
Reposó en mí un influjo soberano, 
Que ha de humillar todo saber humano». 

¿Reposó en ti? ¿Mas cómo es que contiende 
Consigo mismo el inspirado bando? 
Cuál cadena volcánica se entiende 
Llama sacerdotal, que rebosando 
El universo enciende. 
El cielo contra el cielo peleando 
Es odioso espéctaculo, que ofende 
Al hombre racional. Qué! ¿Envolvió en guerra 
El cielo a los que dio a regir la tierra? 

Haced la paz primero 
Entre vosotros si queréis que escuche 
Vuestra doctrina del Universo entero 
No procuréis que luche 
El ignorante pueblo en las querellas 
Con que esparcís centellas 
De odios inextinguibles 
Más que el error a la virtud temibles. 

Mas en vano os exhorto: 
Del Fanatismo y la ambición aborto, 
Los que tenéis raíces e el cielo 
Nunca podéis dejar en paz el suelo.