La tarde es una rosa vagamente en la rama desnuda del ocaso. Una rosa ceniza, como un frío beso crecido en unos muertos labios. Leve sombra desliza su palidez de hielo entre mis manos. Las pupilas alargan sus miradas como cautivos pájaros. Octubre otra vez fruto de este paisaje, este árbol donde día tras día oscuramente mi pobre corazón se va quedando. Vivir es reencontrarse en todo lo lejano, ser otra vez aliento en el paisaje que fue otra vez soñado. Vivir es ser corteza de este roble que en hielo y sol el tiempo va quemando. El mar de la memoria se enciende, se ilumina, y a su amparo el corazón revive, remoza primaveras, sollozando. La tarde es una rosa vagamente en la rama desnuda del ocaso. A la piadosa luz de octubre vuelvo y entre la tibia cuenca de mis manos como un niño dormido mi corazón levanto. Vivir es retornar a cada Octubre para sentirse el corazón dorado. La tarde es una rosa vagamente ceniza. Octubre es fruto otra vez en el árbol.