Si, hablemos de Andalucía...
De los árabes que fueron
andaluces que dejaron
por toda su geografía,
la increíble artesanía
de una hermosa arquitectura,
piedras de encaje, ¡cultura
sublime y tan refinada!,
que hizo llorar por Granada
a Boabdil de amargura.

Arte del pueblo andaluz
con un duende que enamora
lo mismo antes que ahora;
dándole fuerza a su cruz
que llena sombras de luz
como a la noche su aurora;
y esta noble hechizadora
te cambia el cante en gemido,
convirtiendo ese latido
en un sentir que enamora.

Hablemos por un momento
de la impresión que despierta
escuchar una saeta,
rasgando con su lamento
las telas del sentimiento
al ver como sufre Dios,
clavado allí, entre dos
que condenan por ladrones;
¡y suplica que perdones
Padre!, agonizando ante vos.

Aquí se llora cantando;
te lo dice una guitarra
cuando el fandango desgarra
las notas que van sonando;
que te emociona escuchando
la letra de su plegaria
tan castiza y centenaria.
Y por lo que pueden ver,
aquí suele suceder...                   
Que lloras también rezando.