Me sobran razones para la fiesta. Entre ellas se encuentra no tener razones. (Enumerártelas sería un desatino). Cada extremo de mi cuerpo acaba en un trozo de mundo, o un trozo de luz. Respiro un aire inmenso. La especie a la que pertenezco baila esta noche. Yo me debo a mi especie. La fiesta ha comenzado y no parece que termine. Sin causa conocida mi cuerpo se muestra enérgico o tímido, según convenga. Ahora nadie podrá pararle. Nada como una pista de baile para tocar las estrellas. Abandonado de los problemas, mi corazón salta y lo ilumina un foco. Es una metáfora incandescente. Está sonando la última de Suede y por momentos soy de plástico.