EN LA MUERTE DE JOSÉ CIRIA Y ESCALANTE
¡Quién dirá que te vio, y en qué momento!
¡Qué dolor de penumbra iluminada!
Dos voces suenan: el reloj y el viento,
mientras flota sin ti la madrugada.
Un delirio de nardo ceniciento
invade tu cabeza delicada.
¡Hombre! ¡Pasión! ¡Dolor de luz! Memento.
Vuelve hecho luna y corazón de nada.
Vuelve hecho luna: con mi propia mano
lanzaré tu manzana sobre el río
turbio de rojos peces de verano.
Y tú, arriba, en lo alto, verde y frío,
¡olvídate! y olvida al mundo vano,
delicado Giocondo, amigo mío.