Continuación del poema anterior
GALÁN: ¡Cómo la ingrata olvidó
lo que mostraba estimar!
Y él ¿de qué ardid supo usar,
que tan presto la rindió?
ECO: Dio.
GALÁN: Acertó, y es el decoro
que ha de guardar el que ama;
pero ¿qué le dio a la dama
que tan sin término adoro?
ECO: Oro.
GALÁN: Artillería es que expugna
la mayor fuerza de amor;
y ¿hubo acaso en su favor
del galán tercera alguna?
ECO: Una.
GALÁN: Dígolo porque ésta allana
cualquier duda y la atropella;
bien sé que fue hermana de ella,
pero no sé cual hermana.
ECO: Ana.
GALÁN: Si alguna tercera hubiere,
esa ha de ser, y otra no;
la madre, ¿cómo calló,
visto el deshonor que adquiere?
ECO: Quiere.
GALÁN: Mis versos quisiera solos
cobrar, pero no me atrevo;
¿dioles al amante nuevo,
o por ventura escondiólos?
ECO: Diolos.
GALÁN: ¡Que a tal cosa se dispuso
la desenvuelta muchacha!
¿Y él puso en los versos tacha,
sabiendo quién los compuso?
ECO: Puso.
GALÁN: Hallaríalos oscuros,
versos inútiles, cojos,
duros, bajos, y tan flojos,
que se caen de maduros.
ECO: Duros.
GALÁN: Bien sabe de cortesano;
¿No está llano que en blandura
son sin igual, y en lisura,
y en estilo castellano?
ECO: Llano.
GALÁN: Pero el sujeto fue indigno,
no me espanto; y la infiel
¿vino a murmurar con él
también del verso divino?
ECO: Vino.
GALÁN: ¿Quién tan gran maldad hiciera
por un amante segundo?
¿Cómo ha de llamalla el mundo
cuando el caso se refiera?
ECO: Fiera.
GALÁN: Poco es fiera, yo le hallo
mejor nombre que le den;
mas calla, que yo también
me corro de publicallo.
ECO: Callo.
GALÁN: Que sufra yo una querella
tan justa no quiera Dios,
muera el uno de los dos;
¿cuál será, di, ninfa bella?
ECO: Ella.
GALÁN: ¿La palomita sin hiel
ha de morir? ¡ay dolor!
¿Cuál hallas tú que fue autor
de este delito cruel?
ECO: Él.
GALÁN: Pues muera, que yo no soy
de quien es bien que se alabe.
¿Cuándo quieres que le acabe?
Porque resoluto estoy.
ECO: Hoy.
GALÁN: Mucha priesa es para mí;
pero hoy no me determino;
oye otro nuevo camino
mejor del que yo entendí.
ECO: Di.
GALÁN: Rematar este debate
con muerte, hay Dios que lo vede,
pues mátele Dios, que puede,
y asegúrese el remate.
ECO: Mate.
GALÁN: Si yo lo mato me pierdo,
porque no hay caso escondido;
¿qué te parece que ha sido
todo este mi nuevo acuerdo?
ECO: Cuerdo.
GALÁN: Viva lo que Dios mandare;
solo me di lo que haga
del sexo que así me estraga,
para que mi mal repare.
ECO: Pare.
GALÁN: ¿Cómo ha de parar un potro
cerrero y desenfrenado?
y ¿cuál amor hay criado
que me haga olvidar este otro?
ECO: Otro.
GALÁN: Ya te entiendo, y es exceso;
¿quieres decir que procure
nuevo amor, que el viejo cure
por haber salido avieso?
ECO: Eso.
GALÁN: No osaré intentar tal cosa,
porque quizá es escapar
de una desventura, y dar
en otra más peligrosa.
ECO: Osa.
GALÁN: Y cuando me aventurara,
¿qué dama fuera mejor
para servir sin temor
que con otro se mezclara?
ECO: Clara.
GALÁN: De su madrastra he sabido
que es bellísima y honrada,
blanda, humilde y avisada;
pero tiene un mal marido.
ECO: Ido.
GALÁN: Ya sé que se fue a la guerra;
mas hay quien le profetice,
si no yerra el que lo dice,
que será presto en la tierra.
ECO: Yerra.
GALÁN: Quieres decir que mintió.
¿Al fin no ha de volver
a su casa y su mujer,
como al partir lo ordenó?
ECO: No.
GALÁN: Pues el mayor sobresalto
me allanas, yo he de probar
por tu consejo asaltar
ese peligrosos salto.
ECO: Alto.
GALÁN: Que ya entiendo que lo manda
quien la rueda mueve y guía;
y siendo así, ninfa mía,
yo me parto en la demanda.
ECO: Anda.