LAS VELÁS DEL TÍO FACUNDO

A mi no me gusta ir
a las velás de ma Pedro
porque me aburro y me canso
de sentir ssiempre lo mismo.
Allí las casqueras son
que si el amo, que si el tiempo
que si el bancal de tomates,
que si el roal de pimientos...,
y cuando mientan a alguno
lo mientan siempre pa bueno:
Que si le luce a cava,
que si sabe hacer barbechos.....
y son buenos, tos los padres,
y los hijos, y los yernos....;
total: que allí se habla bien
dasta del que va al infierno.
¡Y es claro¡, no es distraío
y prencipian los bostezos
y vienen las cabezás
dasta rendirnos el sueño
queándose en la reunión
hablando solo el ma Pedro.

Pero en cambio en las velás
del tío Facundo el Conejo,
creticando, creticando,
se va la noche en un Creo.
Porque es, que ca el tío Facundo,
allí pa nosotros mesmos,
sin hacerle daño a naide,
se cretica sin rodeos;
y uno refiere una historia,
otro sale cun su cuento,
luego empieza en un rincón
la risa del secreteo,
que zumbando de uno en otro
va por el corro corriendo,
y entonces viene la puja
de quien hincha más el perro.
Porque si no se le echa
su poca sal al puchero,
se quea la crítica en na
por mucho que cretiquemos.
Y eso que yo tengo el vicio
de que me dé regomello
soltar los embustes gordos;
pero cuando ya lo suelto,
lo suelto tan bien soltao,
que está to el año zurriendo.
Que las velás, son velás;
y las velás, son pa eso;
pa creticar de to el mundo
dasta arrancar el pellejo.

Por eso a mí, si Dios quiere,
no me cogerá el ma Pedro,
que iré a pasar las velás
ca el tío Facundo el Conejo.