Fue tu guitarra y la mía las que primero se hablaron. ¡Te quiero! dijo la mía. y la que estaba en tus brazos con un temblor de novicia dejó en suspenso un fandango. Un aire de soleares fueron mis manos bordando y brotó la copla aquella que se cuajó entre mis labios: "Dame a beber en tu boca, por el Cristo Soberano, que traigo en mis labios fuego y no sé como apagarlo." Mientras la copla fluía yo a ti te estaba mirando, y de color de amapola se puso tu piel de nardo. De tu guitarra, prendida en la cárcel de tus brazos, volvió a surgir nuevamente aquel ritmo de un fandango. "Que no te quiero querer y no te quiero, gitano, que no quiero con el tuyo mi corazón enredarlo." y el embrujo de tu risa vino a prenderse en tus labios. Una escala de suspiros de mis bordones rodaron y con la vista prendida en tu pecho, rosa y mármol, desgrané la petenera que aquella noche escuchamos: "Petenera, Petenera, dame de tu pecho un ramo..." y aquel clavel que en tu pecho manchaba el vestido blanco, que tan guapa te ponía, se estremeció, y al notarlo, rodaron más amapolas por tu carita de nardo. Entonces de tu guitarra brotaron ritmos de tango. De la mía bulerías. Después las dos se juntaron y brotó la granadina. Después los tientos gitanos y mas después las guitarras poco a poco se callaron porque en el aire una copla se escapó entre los naranjos. "Fue tu guitarra y la mía las que primero se hablaron. Benditas sean sus cuerdas que supieron enredarnos."