SOLEDAD

Va la noche caminando despacito,
arrastrando silenciosa su pereza.
Llorando se fue la luna
y sin brillo se quedaron las estrellas.
Como jirones del velo de la muerte
van Pasando nubes negras
y tras de aquella ventana,
que en el cielo se ha quedado medio abierta
con espanto reflejado en sus caritas
los querubes contemplando están la tierra.
La tierra que de horror se ha estremecido
y que ahora permanece muda y quieta.

Con siete puñales finos
que el corazón le atraviesan.
Con siete dolores fijos.
con siete llagas abiertas,
va la Madre del Cordero caminando
agobiada por la carga de las penas.
Sola va con sus dolores,
sola va con su tristeza
y sola buscando aquel Hijo querido
que en negro sepulcro cobija la tierra.
Pero la Virgen bonita,
en cuya cara Van corriéndose las perlas,
no va tan sola, tan sola,
que va con Ella Lucena.
Lucena, que de amores encendida
también sabe llorar si llora Ella.
Lucena que de luto se cubría
pensando en el dolor y en la tragedia.
Bien que lo pregonan sus lindas mujeres
que van paso a paso siguiendo sus huellas.

Luto llevan sus miradas.
Luto sus almas encierran
y de riguroso luto
llevan sus mantillas negras.
También lo van pregonando
esos penitentes de caras cubiertas
que, enorgullecidos, le van alumbrando
con los largos cirios de la blanca cera.
y también que lo pregona
una voz vibrante, que cuaja en la reja.
y que dolorida se escapa en el aire
igual que del arco se va la saeta.


Saeta que cual plegaria
hacia aquella Madre te elevas ligera
por amor te pido... ¡no la dejes sola!
mira que es muy grande su dolor y pena.
Negras mantillas de encaje
que vais cobijando las altas peinetas:
enjugadle con amor esas mejillas
donde corren esas lágrimas que queman.
Y tú, fornido santero,
que vas orgulloso sufriendo por Ella,
¡Mécela por Dios te pido!
No dejes tú de mecerla
y que el áspero camino
igual que de flores más bien le parezca.
y todos, todos unidos,
santeros, flores, mantillas, saetas,
no dejemos que la Mártir Dolorosa,
esa Mártir que llamamos Madre nuestra,
siga sola su camino de amargura
ni que aumente su dolor ni su tristeza.