No quisiera ser luz que te ilumina ni brisa que perfumas con tu aliento, ni la luna, que entrando en tu aposento contempla tu figura alabastrina. Tampoco quiero ser la golondrina que se lleva veloz tu pensamiento, ni quisiera beber, aunque sediento, de tus labios el agua cristalina. Por ser el dueño que se entró en tu pecho rompiendo de tu orgullo las cadenas y allí poder por fin formar un lecho donde puedan dormir todas mis penas, buscando yo el camino más derecho quisiera ser la sangre de tus venas.