LAS MANOS DE MI ESPOSA

Dos ramilletes de flores
cuando su más tierna infancia.
Dos capullos de fragancia
de nacarinos fulgores.
Cuando en su pecho entró Dios,
dos magnolias que temblaron.
Dos palomas que volaron
cuando su primer adiós.
Después, de novia vestida,
inclinada ante el altar,
una rama de azahar
de su cintura prendida,
se confunde fácilmente
con su manita hechicera,
pálida como la cera,
tibia como sol de Oriente.
Manos de esposa querida
concedidas por el cielo,
que allanaron con desvelo
el camino de mi vida.
Manos que, cual mariposas,
volaron sobre mi frente
ahuyentando de mi mente
pesadumbres dolorosas.
Manantial de frescura
cuando de fiebre abrasado,
en mi cerebro han posado
con infinita ternura.
Manos que al cielo elevaron
al hijo pensando en Dios.
Manos que lo acariciaron
con el más ferviente amor.
Ellas sirven de consuelo
al rosal de sus amores,
siendo sus mejores flores
los hijos que le dio el cielo.
Manos que ya temblorosas
y por las venas surcadas,
serán flores deshojadas,
pero serán más piadosas.
Perdonarán mis agravios
con la bendición más pura
y derramando dulzura
serán manjar de mis labios.
y olvidando los enojos
que yo en el mundo le hiciera,
ellas cerrarán mis ojos
al llegar mi hora postrera.