Nápoles apareja sus jardines y ofrece al pez, virgíneas, sus corolas, sus anclas de azahar, sus amapolas, su pulso en flor, su anzuelo, a los delfines. Toman baños de sol los bergantines. La lava baja al mar en rompeolas. Pompeyas de coral cuajan las olas. La sal sabe a limón, sabe a jazmines. Y en náutico cristal, la alegoría del foque y el jardín... Mesa revuelta que congrega al balandro y al tranvía con el Vesubio, allí, casi en la puerta... Y Capri en la azulada lejanía de un sueño organizado a pierna suelta.