¡Oh tú, detén el paso presuroso! Ciego, cual yo me vi, deténle ruego, antes que afirmes por tu mal lloroso y alimenten tus lágrimas tu fuego; acorta el paso, y sólo aquesto advierte: te sobra tiempo de buscar tu muerte. Antes que entregues ciego a un mar airado cuanto manso le ves, tu navecilla, y trueques de ti, ay triste, ay desdichado, por su engañoso golfo aquesta orilla, aconséjete, ¡oh Mopso!, aquesta entena y aquesta quilla que aun le viste arena. Mira esta rota entena, que ofrecía en sus brazos desprecio al mayor viento, mira la fuerte proa, con que abría de su engañoso humor el elemento, vestir de ejemplo aquestas playas solas, y de desprecio y burla aquellas olas. Mira la jarcia, freno con que pudo regirse mientras, cuerda, sufrió freno, atestiguar, aunque testigo mudo, lo que yo te aconsejo y lo que peno; mira esta tabla, deste ramo asida, ministro de mi muerte y de mi vida. Mi vestidura apenas ha dejado, humedecida gracia a mi ventura, reliquias triste del humor salado, aun de su bien y el mío no segura; colgar la ves y allí temblar su daño, opuesta al claro sol del desengaño. Cual tú, hermoso mar de hermosos ojos hallé; dichosa se llamó mi suerte, vistieron su bonanza sus enojos; sus enojos también la misma muerte, y della y dellos escapó mi vida, amarga, apenas desta tabla asida. Esta entena que ves, la coronada playa, de las astillas de mi leño; la jarcia, en esas peñas abrazada: testigo mío, ejemplo tuyo enseño; dichoso tú, si en desventura ajena, sabes joven, buscar la tuya buena. Hija de noble selva, cual presume tu nave altiva y fuerte, fue la mía; mas este anciano tiempo que consume cuanto miras, la trujo al postrer día: y a ti, cual trujo a mí, si aquesta mudo ejemplo, a su poder no te es escudo. Aunque mudo, te habla, y el violento enemigo, que buscas, espantoso, en lenguas, te dirá del fuerte viento, mi verdad y tu engaño lastimoso: que poco servirá llorar la tierra a quien un sordo mar y cielo encierra. Mi ejemplo, la razón, mi triste llanto cuanto saben te dicen y has oído. Sigue tu bien, tu mar, si bien es tanto, que, si en él entras, con razón perdido serás; ¡y, bien dichoso, si alguna haya rota concede beses esta playa!