Sale el sol y salís vos; ¿quién duda tema la tierra?: que si el uno la hizo guerra mejor se la han de hacer dos. El uno sale encendido, sin duda que está enojado, como le habéis eclipsado, si no enojado, corrido. Vos, gallarda y orgullosa, dais guerra con fuego al cielo, y abrasáis, Lisi, sin duelo, aquí enojada, aquí hermosa. Aquél, vencido, procura con sus armas su defensa, y aunque son rayos su ofensa, lo es mayor vuestra hermosura. Defiende su parte el cielo, y hasta pequeñas estrellas prestan al sol sus centellas para castigar el suelo. La tierra no descuidada roba desde sangre a perlas, alegre de enriquecerlas en vos, como el cielo airada. Mas vos -cuan altiva, hermosa- sus deseos despreciáis, y que os robaron lloráis lo que gozan perla y rosa. No sigo tal parecer, que ellas, con vos comparadas, para ser de vos hurtadas más hermosas han de ser. Porque salga más galán le da el Aurora su aliento, mas sale vano su intento, pues las flores os le dan. El aire pensó tocalle, dale el sol buen aire; erróse Y aunque se le dio, corrióse, pues vino el vuestro a afrentalle. Vióse al fin que su grandeza quiso, enojado, ofenderos; mas quebraste sus aceros mostrando vuestra altiveza. Enojado y presuroso -que es mozo y se corre el sol-, de vergonzoso arrebol lleno dejó el carro hermoso. Escondióse, y sus enojos por suplir, la oscura noche, y por veros en su coche, salió toda llena de ojos.