Si diere lugar mi llanto, que, en mis esquivos enojos, el ocio quitó a mis ojos y el ocio le dio a mi canto, osara, pero el tormento de mis penas desiguales, sólo al tono de mis males tiene diestro el instrumento; porque de mis duros casos es ya tan uso el rigor, que sólo al son del dolor acierta mi voz los pasos. Y así, aunque tal ocasión diverso estilo merece, por mi dolor prevalece la costumbre a la razón. Vos, dichosamente altivo, un nuevo Apolo espiráis, y con tal plectro os mostráis como nuevo Horacio vivo. Tal que, o ya el negro bridón del mar mandéis, o la Lira, su Jasón la mar admira, y la lira su Amfión. ¿Qué os diré? Pero, alabar es sólo asunto de Apolo, al que no cabe en un polo, al que no abrazó una mar.