Lloras, oh solitario, y solamente tu llanto te acompaña, que, lloroso, el eco usurpa deste valle umbroso y triste oficio desta dulce fuente. ¡Ay cómo en escucharte alivio siente mi pecho, en sus diluvios caudaloso! A no ser natural tu son quejoso, mereciera una ausencia tu corriente. Lloremos juntos, pues, y dure tanto que al brío desta fuente presurosa le dilate sus términos el llanto. Mas vencerá mi ausencia querellosa, pues de una ausente ingrata el dulce encanto es causa a más efectos poderosa.