Mientras que bebe el regalado aliento de tu divina boca, ¡oh Laura mía!; mientras asiste al Sol que roba al día, por más hermosa luz, luz y contento, tu dueño; o ya repose —¡oh blando asiento!— su cuello en ése que a la nieve fría prestar color, prestar beldad podría, vuelve, si no la vista, el pensamiento. ¡Ay, si acaso, ay de mí, lucha amorosa la lengua oprime! ¡Oh bien dichoso amante, si no más, si oprimiere desdeñosa! No olvides a tu ausente, a tu constante, que es ave el pensamiento, ¡oh Laura hermosa! y llegará a tu Fabio en un instante.