Remataba en los cielos su belleza, alivio, un alto chopo, a un verde prado, amante de una vid y de ella amado, que amor halló aposento en su dureza. Soberbia, exenta, altiva su cabeza era lengua de Céfiro enojado; del verde campo rey, pues coronado daba leyes de amor en su corteza. Le robó su corona, airado, el viento; sintió tanto su mal, que fue tornada en verde oscura su esperanza verde. Yo, sin los lazos de mi Celia amada, ¿qué mucho a mal me traiga un pensamiento, si un árbol me dio Amor que me lo acuerde?