Al taparse y destaparse de una dama Mirásteme, vi el Sol, y en bellos lazos ciñó —-dulce ceñir—- mi rostro y frente; hízose ocaso su divino Oriente, tomó la noche el hemisferio en brazos. Temí —-bien pude—-, ¡oh Lisi!, sus abrazos: dirálo bien quien de mis males siente; lloré —-y amargo fue—-, como ausente, robos del alma en sus escuros brazos. Rompí el silencio de su tez oscura, con desiguales quejas, y a mi llanto mostró, ¡oh Lisi!, tu Sol su frente pura. Dio nuevas de ella al alma alegre canto: tal puede en mí tu Sol, tal tu hermosura; tal el no verte, Lisi, el verte tanto.