¡Con qué ligeros pasos vas corriendo! ¡Oh cómo te me ausentas, tiempo vano! ¡Ay, de mi bien, y de mi ser tirano, cómo tu altivo brazo voy siguiendo! Detenerte pensé, pasaste huyendo; seguíte, y ausentástete liviano; gastéte a ti en buscarte, ¡oh inhumano!: mientras más te busqué, te fui perdiendo. Ya conozco tu furia, ya, humillado, de tu guadaña pueblo los despojos; ¡oh amargo desengaño no admitido! Ciego viví, y al fin, desengañado, hecho Argos de mi mal con tristes ojos huir te veo, y veo te he perdido.