Con todos los rumores que, mezclados, suben a lo infinito, ha querido formar el hombre, ansioso, de libertad el sacrosanto himno. Notas, murmullos, huracanes, risas, palabras y suspiros, nada es bastante; el himno deseado siempre incompleto resonó en mi oído. Mientras me lleve por el mar del mundo la nave del martirio, no espero ya escucharlo; falta un eco universal, espléndido y divino. Tal vez la eternidad es solamente quien guarda ese sonido, y el velo de la muerte cubre el arpa donde resuena el suspirado himno.