SOLEARES
 
Hermanita y compañera, 
la de los ojillos negros 
y la carita morena... 
  
Tú eras buena y eras mala, 
pero, como te quería, 
toíto te lo pasaba... 
Toíto te lo pasaba... 
Y ahora, como no te quiero, 
se acabó lo que se daba. 
No te quiero decir na... 
No quiero que se te ponga 
la carita colorá. 
Se te olvidaron, serrana, 
las cositas que decías 
y los suspiros que dabas. 
  
Allá cuando Dios quería, 
una carita de gloria 
se juntaba con la mía. 
  
Vete, tonta, que es igual... 
Tú eres moneda que rueda 
y a la mano te vendrás. 
  
No hay mentira en el querer: 
que te quise era verdad... 
Que no te quiero, también. 
  
Cuando te encuentro en la calle, 
el corazón por la boca 
de fatiga se me sale. 
  
Yo me agarro a las paredes 
cuando te encuentro en la calle, 
chiquilla, pa no caerme. 
  
Tonto es el que mira atrás... 
mientras hay camino alante, 
el caso es andar y andar. 
  
Ese cante es aprendío... 
a mí no me das tú coba, 
porque ya te he conosío. 
  
No sé si eres mala o buena. 
Deja que te mire bien, 
que para eso es la moneda. 
  
Yo he visto a un hombre llorando... 
Las fatigas del queré 
son p’al que la’stá pasando... 
Toíto es hasta acostumbrarse. 
Cariño le toma el preso 
a las rejas de la cárcel. 
Ya te lo decía yo 
que aquello se acabaría, 
serrana, como acabó. 
No tengo amigo ninguno. 
Penas son las que yo tengo. 
Con mis penitas me junto. 
La veredita es la misma... 
pero el queré es cuesta abajo, 
y el olvidar, cuesta arriba. 
Penitas sufro crueles 
de aquellas que no se dicen 
y son las que más se sienten. 
Yo te quiero sin querer; 
que te he tomaíto el cariño 
cuando menos lo pensé. 
  
  
La fortuna y las mujeres 
son loquitas de igual vena: 
quieren al que no las quiere. 
  
  
Yo voy de penita en pena, 
como el agua por el monte 
saltando de peña en peña. 
  
Me va faltando el sentío. 
Cuando estoy alegre, lloro; 
cuando estoy triste, me río. 
  
¡Quién lo había de pensar, 
que por aquel caminito 
se llegaba a este lugar! 
  
Solear de las morenas.... 
que tienen cositas malas 
y tienen cositas buenas. 
  
Yo te he querío a ti siempre 
con los reaños del alma 
y con fatigas de muerte. 
  
Chiquilla, dame otra caña, 
y canta por alegrías 
pa que las penas se vayan. 
  
Esto remedio no tiene. 
Dame otra caña, chiquilla, 
y venga lo que viniere. 
Es mi nena tan bonita 
que hasta el sol, cuando la ve, 
amarillea de envidia. 
Cuando a tu cara me acerco, 
las palabras, en la boca, 
se me convierten en besos. 
Los gitanos, los gitanos.... 
hoy se mercan un vestío, 
mañana van a empeñarlo. 
Levántate una mijita; 
déjame meter el brazo 
bajo de tu cinturita. 
No eres morena ni rubia. 
No eres fea ni bonita; 
me gustas porque me gustas. 
Por mí no se sabrá ná... 
Aquel que tiene de sobra 
no se tiene que alabar. 
  
La mujé es como la fruta: 
si no la cortan, se cae 
en cuanto que está madura. 
  
Tengo un querer y una pena. 
La pena quiere que viva; 
el querer quiere que muera. 
  
Fatigas, pero no tantas; 
que a fuerza de muchos golpes 
hasta el hierro se quebranta. 
  
El que quiera, no lo diga; 
haga como que no quiere, 
y aprenda a pasar fatigas. 
  
Al cielo no miro yo, 
porque me miro en tus ojos 
que son del mismo color. 
  
Aunque amanezca nublado, 
yo tengo sol y alegría 
con tu carita a mi lado. 
  
Por acercarme a tu vera, 
con gusto iría pisando 
cuchillos y bayonetas. 
  
El andar de mi morena 
parece que va sembrando 
lirios, palmas y azucenas. 
Considera, compañero, 
que en el mundo hay bueno y malo... 
Pero más malo que bueno. 
La alegría... 
consiste en tener salud 
y la mollera vacía. 
¿De qué me sirve dejarte, 
si dondequiera que miro 
te me pones por delante? 
Tú has perdido los papeles... 
Tú tienes un corazón 
que no sabe lo que quiere. 
En mis sueños te llamaba... 
Como no me respondías, 
llorando me despertaba. 
Tus cabellos me prendieron. 
Tus ojos me condenaron, 
y tus labios me absolvieron. 
  
Tú eres la estrella del Norte, 
la primerita que sale, 
la última que se esconde. 
  
Tienes cuerpo de chiquilla 
y carita de mujer 
llenita de picardía. 
  
Entienda usté a las mujeres... 
Si lo quieren, no lo dicen; 
si lo dicen, no lo quieren. 
  
Tu calle ya no es tu calle, 
que es una calle cualquiera, 
camino de cualquier parte. 
  
¡Pobrecito del que espera, 
que entre el ayer y el mañana 
se va muriendo de pena! 
  
Unos ojos negros vi... 
Desde entonces en el mundo 
todo es negro para mí. 
  
Enseñanzas del vivir... 
yo ya no se que pensar, 
ni siquiera qué sentir.